sábado, 29 de septiembre de 2012

Vanguardias y retaguardias


Para mucha gente —posiblemente la mayoría— el fútbol es literalidad y emoción: once tipos contra otros once persiguiendo una pelota, dispuestos a proporcionarte el momento más intenso de tu aburrida semana. Una concepción que recuerda bastante a la que los fans de Antonio López tienen del arte: unos sencillos membrillos pintados con destreza de maestro antiguo son todo lo que se necesita para conmover el corazón del público, y quien dice unos membrillos dice una Gran Vía. Yo creo que lo literal y meramente emotivo puede darte algunas cosas, pero otras no. La emotividad está muy bien y a mí me encantan los goles en el último minuto, pero además quiero disfrutar —no padecer— los 89 anteriores. Y a ser posible, aprender algo.

Igual que la pintura o la música, el fútbol es —para quien quiera verlo así— una metáfora, otro prisma a través del cual obtener lecturas del mundo. El arte que me gusta está lleno de esto: lecturas del mundo, ideas sobre él. No literalidad. Algo más que pigmentos armoniosamente combinados sobre un lienzo, algo más que unas cuantas notas ordenadas de manera pegadiza. También el fútbol puede ofrecer algo más que once contra once persiguiendo una pelota. Hay maneras y maneras de perseguirla (y sobre todo de poseerla), las cuales representan polos entre un abismo como el que hay entre Antonio López y Antoni Muntadas, así como caminos, para llegar a esas maneras...

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