"Nunca
como aquí y ahora, en un mundo por completo estetizado, fue tan
pertinente preguntarse por lo que el arte puede seguir aportando. ¿Qué
tiene que ofrecernos cuando ya es arte todo lo que nos rodea? Las
figuras de un sencillo pórtico románico fueron imágenes tan
excepcionales en su época —las únicas que muchos contemplaron en vida—
que no es difícil imaginar el estado de neurosis en que caería alguno
de nuestros antepasados medievales si fuese teletransportado a la era de
la pantalla global. De Internet a la publicidad, de la televisión a la
propaganda política, vivimos en el imperio de la estética; mera estética
con demasiada frecuencia. Un torrente de estímulos que ha terminado por
relegar al papel de segundones a quienes durante milenios tuvieron el
monopolio de la imagen: los artistas.
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