martes, 27 de abril de 2010

El valor de la crítica

El valor intrínseco -la esencia- de las cosas, la verdad en definitiva, seduce todavía a un montón de gente. A menudo vemos cómo muchos buscadores de estos Santos Griales intentan desacreditar el arte de hoy en día -el que no son capaces de encajar en sus esquemas mentales- sancionándolo como mero discurso elaborado desde fuera por los críticos. No lo consiguen, en mi opinión; nunca he sabido qué hay de malo en eso que ellos describen tan acertadamente. Estoy más lejos de saberlo cada vez que encuentro a alguien cuya lectura de una obra de arte (o de un libro o una música) es capaz de hacer tambalear mi propia interpretación, a veces destruyéndola definitivamente. Recientemente me ha vuelto a ocurrir. Sucedió casi a traición, de un modo tan sorpresivo que al principio pensé que el autor se estaba aprovechando de mí. Pero a medida que seguí leyendo, no pude más que rendirme.

Like a Rolling Stone: Bob Dylan en la encrucijada de Greil Marcus se puede describir - así reza en la contraportada del libro- como la biografía de una canción. Marcus no es historiador, sino crítico, con lo cual esta biografía no gustará a los amigos de la Verdad. Hay en ella datos históricos y descripciones más o menos técnicas, sí, pero su valor reside en la multitud de digresiones e interpretaciones personales con las que el autor articula su relato sobre la que para muchos es la mejor canción de la historia; recordemos su estribillo:

"¿Qué se siente?
¿Qué se siente
A solas en la vida
Sin hogar en tu camino
Por todos ignorada
Como un canto que rueda?"

Hacia el final del libro, Marcus ya nos tiene exhaustos después de toda una odisea musical, que va desde la grabación de "Like a Rolling Stone" el 15 de junio de 1965 hasta un momento cualquiera de hoy mismo, cuando la canción suena en algún bar y nadie puede seguir haciendo lo mismo, o al menos no de la misma manera. Marcus se pone conclusivo, y escribe:

"Hay canciones que en verdad tienen lugar en el territorio abierto por "Like a Rolling Stone", que siguen la senda dejada por el modo de vida que la canción exige y reclama, el fin de todas las mentiras, el rechazo de toda comodidad, incluso la de tu propio nombre. Una de ellas es "Highlands" (1997) de Dylan, una canción mucho más larga que "Like a Rolling Stone"; otra es la versión que en 1993 hicieron los Pet Shop Boys de "Go West" (1979) de los Village People."

En la edición española del libro este párrafo es lo último que se lee en la página 183, y al llegar aquí yo no estaba muy seguro de querer pasar a la siguiente. Finalmente lo hice, con la esperanza de que Marcus olvidase "Go West" y se encaminase hacia el final apoteósico de la odisea dylaniana. Pero no era así. Me esperaban tres páginas enteras sobre "Go West". Sobre el original, es decir, esto:

... y sobre la versión, esto otro:

"Si no hay más remedio...", pensé, y me dispuse a leer lo que este tipo tenía que decir sobre la cancioncita de marras:

"Los Village People eran puro kitsch. Actuaban como un catálogo de fetiches gay, con los cantantes disfrazados de policía, obrero de la construcción, vaquero, motero, soldado y jefe indio. Por unos pocos meses su éxito fue enorme: una parodia grosera de cada fantasía homofóbica sobre cómo se divertían los homosexuales, es decir, un espectáculo de cultura gay que hasta un homófobo podía disfrutar. [...] En 1979, como en el Verano del Amor de 1967, la gente que nunca se sintió cómoda en su propia ciudad inundaba las casas de madera y las atestadas calles del barrio de Castro en San Francisco, la zona gay que tenía su propio alcalde no oficial, el concejal Harvey Milk. No importaba que, junto con el alcalde George Moscone, Milk hubiese sido asesinado por un concejal homófobo el año antes de que "Go West" entrase en las listas de éxitos; esto era pop, con su propio sentido del tiempo. "Go West" fue el "San Francisco (Be Sure to Wear Flowers in Your Hair)" de Scott McKenzie doce años más tarde, e igual de deleznable; como historias que se repetían a sí mismas, ambas eran versiones del "Sweet Betsy from Pike" que los buscadores de oro cantaban camino de San Francisco más de un siglo antes de que cualquiera de ellas existiera. En 1979 nadie había oído hablar del SIDA."

Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Era la última frase de Marcus, sin duda, pero también todo lo que pensé inmediatemente depués de leerla. Yo había bailado unas cuantas veces el "Go West" de Pet Shop Boys durante los primeros 90´s, y me había reído de ella muchas veces más. Recordaba perfectamente la parafernalia comunista del vídeo, y cómo despotricaba con mis amigos en contra de aquel facilismo mainstream. Me sentí un poco imbécil, y al seguir leyendo descubrí que aquello sólo era el principio:

"Los Pet Shop Boys eran tan londinenses como la niebla y las luces de gas. Neil Tennant cantaba, Chris Lowe a los sintetizadores formaba el resto del grupo, y desde mediados los ochenta crearon un retrato de la vida urbana moderna donde los personajes de sus canciones podían ser gays o heterosexuales, jóvenes o viejos, en busca o a la espera de algo. Las canciones
[...] eran sutiles, matices sobre matices, a veces tan delicadas que parecía que una inflexión errónea podía romper la canción en dos. "Go West" no era tan delicada, y para cuando los Pet Shop Boys la adoptaron ya estaba rota. Aún más que Greenwich Village (el lugar donde el empresario Jacques Morali, muerto de SIDA en 1991, se inspiró para bautizar a los Village People), el Castro era en 1993 una casa encantada, un barrio de funerales y muertos ambulantes. Como dijo un amigo un año antes de morir, era un lugar donde la gente hacía cola "hasta que le tocaba su número".
Ésta era la voz que los Pet Shop Boys pusieron en "Go West" en 1993. Había el sonido de las gaviotas, de las olas rompiendo en la Ocean Beach de San Francisco, y a continuación un coro masculino de dieciséis voces que cantaba como el Ejército Rojo, fuerte, varonil e indomable. Con su voz delgada y casi de disculpa, la voz de alguien que nunca ha creído por completo que merece ser feliz, Neil Tennant continuaba. "JUNTOS" anunciaba el coro. "Seguiremos nuestro camino", respondía Tennant:

JUNTOS volaremos alto
JUNTOS diremos adiós a nuestros amigos
JUNTOS comenzaremos una nueva vida
esto es lo que haremos JUNTOS

"VE AL OESTE", cantaba el coro. "Ése es nuestro destino", cantaba Tennant, la enorme idea aún pequeña pero innegable en su boca. Las banderas se desplegaban, y el viento las hacía ondear con fuerza. El sonido era como el sol, un sonido disco estimulante con una máquina de ritmos convertida en un patriota yanqui del siglo veinte. La canción recogía en sí toda la historia norteamericana reclamándola como propia, y decía que nunca terminaría. "Allí donde el aire es libre -cantaba Tennant- ESTAREMOS. " "SEREMOS -respondía el coro- lo que queremos ser". El coro cantaba, elevándose sobre su propio aire. "Ahora -cantaba Tennant siguiendo los pasos de millones, desde Sir Walter Raleigh a Daniel Boone, desde Calamity Jane al mismo Harvey Milk nacido en Long Island-, si persistimos, la encontraremos, ENCONTRAREMOS... nuestra tierra prometida."
Y luego la canción sobrevolaba las montañas, valles ríos, océanos, cada línea más expansiva, más triunfante, heroica y modesta que la anterior, porque los cantantes no estaban exigiendo más que lo que cualquiera podría considerar como un derecho inalienable. A medida que el coro tronaba una y otra vez, y Tennant y el coro intercambiaban sus papeles

Al oeste AL AIRE LIBRE
Al oeste TÚ Y YO
Al oeste ¡ÉSE ES NUESTRO DESTINO!

uno se elevaba hasta la historia que estaba oyendo, ansioso por unirse, incluso si antes o después uno se daba cuenta de que la masiva voz del coro representaba la voz de todos los muertos, y que Tennant, con treinta y nueve años en 1993, era la voz de una aventura que había encontrado su fin antes de que él estuviese listo para participar en ella. Al escucharla se puede oír como la historia hace trizas la canción, pero la canción nunca abandona su cuerpo. A los cinco minutos parece continuar para siempre, y eso es lo que uno quiere. Es imposible escucharla sólo una vez."

Yo sólo puedo añadir 1) que también es imposible escucharla igual después de leer a Marcus, y 2) ¿quién es el idiota que va a salir con que los Pet Shop Boys no querían decir nada de todo esto?




(Las citas son de: Grel Marcus, Like a Rolling Stone: Bob Dylan en la encrucijada, Global Rhythm Press, Barcelona, p. 183-186)

4 comentarios:

Delia dijo...

Me has alegrado el día con este post! Gracias! :)

Anónimo dijo...

Eres un demagogo de categoría, incluso has conseguido emocionarme esta vez.

Rubén dijo...

Joder, Anónimo, trataré de tomármelo como un elogio. Gracias por vuestros comentarios.

Soren Vargas dijo...

Impresionado.